COLUMNA JENGA - Rapiña: un mal de animal.
- Equipo Watchmen
- 9 nov 2017
- 2 Min. de lectura
Según el diario Novedades de Tabasco en su reportaje Insaciable rapiña en Tabasco, publicado el pasado 16 de junio, dn los últimos cinco años, en el estado tabasqueño se han presentado al menos 13 situaciones de grandes rapiñas en las carreteras de la entidad, donde la colectividad se lleva combustibles, alimentos como frutas, bebidas e incluso animales vivos.
La rapiña es el acto del robo, expoliación o saqueo que se ejecuta con violencia, según la definición del Diccionario de la Real Academia Española.
Ésta problemática social no es una situación aislada en Tabasco, también sucede con frecuencia en otras regiones del país mexicano. Y al parecer, tampoco es algo nuevo, ya que desde hace dos siglos, José María Morelos y Pavón, el ícono de la independencia, expresó en su obra “Sentimientos de la nación” que se debía acabar con la rapiña.
Dice el mandamiento bíblico: “No hurtarás” pero al parecer, a los que comenten rapiña les deja de importar la religión cuando ven un tráiler volcado a mitad de la carretera.
Se hacen ciegos, sordos y mudos; los ciudadanos que comenten rapiña no respetan los cadáveres que dejan como saldo los accidentes en la carretera en los que hacen saqueos, no consideran el daño que podrían hacer, económica o moralmente, a personas o empresas involucradas. Incluso, semanas atrás, en el estado vecino de Veracruz, no se fijaron si lo que saqueaban eran víveres para personas damnificadas por desastres naturales.
Sin embargo, en nuestra entidad, sucede algo parecido que con el tema de linchamiento: el Código Penal para el Estado de Tabasco tiene leyes que castigan, pero no tipifican el acto como delito específico, sino que simplemente se juzga a la rapiña como robo o hurto, lo que provoca que no se castigue a como debería de ser.
A principios del mes de junio del año en curso, el grupo Telereportaje entrevistó a Fernando Valenzuela Pernas, el Fiscal del estado de Tabasco, quien dijo que la rapiña degenera la educación, deforma las próximas generaciones que ven lo que hacen los adultos, que ya es parte del paisaje natural de la entidad, algo que en nada orgullece, ya que se comenta y critica fuera del estado de Tabasco.
A los tabasqueños nos ven como salvajes, no civilizados, como aves de rapiña con las garras afiladas a la espera de que caiga la presa. Una vergüenza.
Debemos construir –o reconstruir- una cultura de cooperación, de respeto hacia lo que no es nuestro.
Si como ciudadanía nos molesta e incómoda que las élites políticas cometan irregularidades, si no nos gusta que nos roben en la calle lo que con esfuerzo conseguimos, no robemos sin esfuerzo -ni preocupación-, aunque la oportunidad esté frente a nosotros. No seamos insensibles ante la desgracia de alguien más. No nos convirtamos en lo que tanto criticamos.
Y si así fuera, que no nos indigne si la ley nos alcanza.
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